Manuel Rico dirige InfoLibre, un periódico digital “libre e independiente” que ha abierto en España un nuevo modelo de negocio de la prensa del presente y del futuro. Con sus principios, y sus ingresos transparentes. Y mucha veteranía en la redacción, cuyo director editorial es Jesús Maraña.
Rico se licenció en la Universidad de Navarra, y después ha ido aprendiendo y plantando periodismo en El Correo Gallego, El Mundo, Interviú, Tiempo y Público.
Estamos en una redacción urbana pegada al terreno. No es un edificio de esos potentes que albergan periodistas de papel. Esta primera planta es también una metáfora del ajuste, la sinergia, el aprovechamiento del tiempo y del espacio. Al fin y al cabo, InfoLibre nació “en el momento en que la crisis económica amenaza tanto a la democracia como al periodismo”.
Después de su paso por el mundo del periodismo de papel, ¿es creíble un medio libre que no se auto-sostenga?
Es difícil, en papel y en internet. La clave para esta respuesta es saber cómo te sostienes. Obviamente, si te sostienen las grandes empresas del Íbex 35 tienes menos independencia respecto a las empresas del Íbex 35. Pero bueno, responder éticamente a cuáles son sus fuentes de financiación es un problema histórico, tanto para la prensa en papel como para la prensa digital.
¿El futuro del periodismo debe pensar más en los lectores que pagan que en la contratos publicitarios a largo plazo y, quizás, algo condicionantes?
El futuro, el presente y el pasado deberían ser así… Pero una cosa es lo que debería ser, y otra, lo que realmente es, en esta profesión y en muchas otras. De mis años en la facultad, una cosa que me quedó clara es que nosotros trabajamos para los lectores. Trabajamos también para una empresa editorial, la mayor parte de las veces, porque también podemos ser autónomos, pero el elemento que debemos tener siempre en mente son los lectores. Era así, y tiene que ser así ahora. Aun así, hay empresas que tienen una serie de intereses empresariales, partidistas, ideológicos, que complican la libertad del producto y eso acaba por ofrecer un peor producto a sus lectores.
¿Ve usted a los lectores suficientemente comprometidos como para pagar esa independencia real?
Generalizar es siempre complicado. Se ha instalado la idea, no sólo en España, de que internet es gratis, y combatir eso es, probablemente, el principal reto que tenemos los medios que apostamos por que la información no puede ser gratis. Porque, realmente, no lo es. Al final alguien la tiene que pagar. En España, romper esa barrera va a costar, pero siempre hay un núcleo de lectores más comprometidos que dan el paso. Un periódico tampoco necesita que se comprometan como socios-suscriptores los 27 millones de internautas españoles, o los que sean. Lo que necesitan son minorías suficientemente amplias como para sostener el producto.
Uno de los retos importantes es convencer a la gente de que la información de calidad en internet también tiene un precio, y hay que pagarlo.
InfoLibre confiesa: “Vemos la realidad desde una perspectiva de izquierdas y progresista, pero eso a la hora de hacer periodismo no tiene relevancia”. ¿Cómo se consigue filtrar un modo de ver la vida de una redacción entera al informar? ¿Cómo se pelea contra el sesgo?
Es muy sencillo. En el periodismo hay un debate desde hace, no sé, siglo y medio, probablemente, sobre la objetividad. Yo pienso que la objetividad no es posible en el periodismo. Ni en el periodismo, ni en ninguna otra actividad humana, porque todos tenemos una ideología, unas circunstancias, unos intereses… Lo que sí es posible en el periodismo es la honestidad, y eso sí que se puede aplicar en el día a día. La honestidad en una redacción no es tan complicado. Siempre vamos a ver la realidad y los hechos desde un ángulo, y lo honesto es decirles a los lectores cuál es nuestro punto de vista, pero si aquí hay seis personas no puedo decir que hay sesenta. Si en esta sala hay seis personas, no puedo decir que no se celebró la entrevista, porque no llegaron a tiempo. ¡Eso no es ser honesto! Dentro de esos márgenes, alguien puede titular “sólo había seis personas” o “¡caramba, fueron seis personas para una entrevista!”. Todo eso entra dentro de los márgenes de la honestidad, y ese es el periodismo que se puede hacer. Aplicando esos criterios a la información, sale un buen producto.
Nosotros somos de izquierdas, por simplificar y por entendernos, porque quizás esta terminología ya no esté muy de moda, y sacamos una información sobre los fondos de pensiones que tenían algunos eurodiputados en Luxemburgo que le costó el puesto a Willy Meyer. En ningún momento nos planteamos otra cosa que publicarlo. Nuestro planteamiento es: ¿podemos comprobarlo? ¿Es cierto? ¿Es de interés para los lectores? ¡Pues publiquémoslo!
¿Usted cree que, igual que hablamos ya en España de “nueva política” tenemos que hablar de “nuevo periodismo”?
No lo sé. Sinceramente. En el periodismo digital, donde está la revolución es en el mundo digital, pero los elementos esenciales del periodismo son los mismos: actuar con honestidad, identificar la verdad, saber leer un documento del registro mercantil, tener buenas fuentes… En todo eso, no creo que haya diferencias entre un supuesto nuevo periodismo y un antiguo periodismo. Y si las hay, yo me confieso seguidor del periodismo de toda la vida, en esas cuestiones.
¿En qué hay diferencias absolutas? Pues en la distribución de los contenidos, en la influencia de las redes sociales, en cuestiones técnicas… Ahora un redactor también sabe editar un vídeo pero, si hablamos de periodismo, eso, para mí, no es lo esencial. Entre el viejo y el nuevo periodismo, el núcleo debe ser el mismo: ofrecer información que sea valiosa para el lector, que sirva para que los ciudadanos puedan tomar decisiones con más conocimiento de causa, y controlar al poder intentando sacar a la luz las cosas que el poder político o empresarial pretende que permanezcan ocultas.
¿Cuál sería su retrato robot del periodista de calidad en internet?
En esencia, insisto, el perfil sería el mismo que un buen periodista de papel. Debe ser alguien que maneje con rigor la información, de tal manera que si necesitas sacar conclusiones de las cuentas de una empresa, o las sepa sacar él, o sepa con qué expertos debe contactar; tiene que ser alguien con buenas fuentes: un porcentaje importante del valor de un periodista es su agenda. Lo era antes, y lo sigue siendo ahora…
Después hay otras cuestiones más técnicas. Mi primer trabajo como periodista fueron unas prácticas en El Correo Gallego, en el año 1988. Allí había máquinas de escribir. Ahora existen las redes sociales, que suponen un entorno totalmente diferente, pero la esencia del periodismo es la misma. Las cuestiones técnicas, al final, las terminamos sabiendo todos. Lo que diferencia a los buenos y a los malos periodistas es actuar con rigor, y no creer, por ejemplo, que todo lo que dice la Wikipedia o todo lo que se publica en Twitter es cierto, pero saber que Twitter, bien utilizado, puede ser una fuente de información y de ideas para temas estupenda. Rigor, saber, formarse permanentemente, a ser posible, y fuentes, salir a la calle, y no quedarse en el microcosmos que puede ser tu ordenador.
Dice el “quiénes somos” de InfoLibre que “el sensacionalismo no tendrá lugar en nuestras publicaciones”. ¿Cómo se evade esa tendencia habitual en el resto de medios y en la misma sociedad?
No creo que todos los medios sean sensacionalistas. Quizás, unos lo son más que otros. Para mí el mayor sensacionalismo es mentir. La mejor manera de evitarlo es intentar ser riguroso con las informaciones.
No soy sociólogo, pero tampoco creo que la sociedad sea sensacionalista. Es una generalización que no asumo, y en el periodismo, tampoco.
¿Qué relación hay entre el exceso de opinión y el descenso de la visión de la labor social del periodismo en España?
No establecería una conexión directa. Hay un exceso de opinión, porque la opinión es quizás lo más barato y lo más económico. Y porque todos tenemos una, con lo cual, es muy fácil de conseguir. Investigar las cuentas de una empresa puede ser un tema más complicado y más costoso, porque necesitas documentos del registro mercantil, una buena fuente, saber interpretarlos… Que yo escriba una columna sobre qué me parece la sesión de constitución de las Cortes requiere tener un ordenador, ponerme, y que me salga mejor o peor… Todo esto hace que en determinados medios prolifere la opinión.
¿Qué apuestas del principio de InfoLibre han visto que eran demasiado idealistas después de unos años, y han terminado pudiendo la realidad?
Cometimos muchísimos errores, como todo el mundo… Quizás cometimos más, porque el grupo fundador de InfoLibre somos periodistas, y no conocíamos la parte empresarial. InfoLibre es una empresa de periodismo digital. El conocimiento y la experiencia estaban centradas en la parte del periodismo. Nos faltaba la parte empresarial y la parte digital. Pudimos hacer cosas muchísimo mejor, y algunas todavía las arrastramos, como la versión móvil y la versión iPad, que estamos implementando ahora, porque tuvimos una al principio que después no nos gustó nada y terminamos quitándola.
Que haya errores empresariales y técnicos se entiende, y pasa en todos los que nacen. Pero en lo que se refiere a la esencia del proyecto, ¿hubo algún principio que se quedara demasiado grande para convertirse en realidad?
Suena prepotente, y creo que es una de las cosas que los periodistas debemos evitar, decir que periodísticamente no nos hemos equivocado en nada. Entre otras cosas, yo tomo cien decisiones al día, y me equivoco muchísimas veces. De hecho, uno de mis objetivos es reducir el número de equivocaciones diarias, porque eso ayudará a que InfloLibre sea mejor…
Sobre filosofía y de concepto, es que InfloLibre fue una cuestión muy meditada, y hablamos con Mediapart, un medio digital francés con el que compartimos filosofía editorial, y que es socio de este periódico. Insisto: no quiero parecer prepotente, pero las claves y los objetivos con los que InfoLibre se puso en marcha son correctos. Son los mismos que fueron en 2013. Seguimos creyendo en las mismas cosas.
A lo mejor en InfoLibre no conseguimos ser el primer medio de pago que claramente triunfe en España. Será culpa nuestra. Pero estamos convencidos de que la información de calidad tiene un precio y que la sociedad terminará convenciéndose de que hay que pagar por ello. Creemos que el periodismo de calidad será de pago.
¿Usted lee periódicos o lee periodistas?
Yo leo las dos cosas. Leo periódicos, obviamente, de todas las ideologías, porque me interesa, y porque llevo haciéndolo muchos años. Es casi una obligación profesional. Pero distingo periodistas. Para mí, hay periodistas que no tienen credibilidad, y si ellos firman una información, no la leo. Y hay periodistas que tienen un plus de credibilidad y lo que firman lo leo con mayor interés.
¿Las exclusivas en internet consiguen el mismo impacto que las que se publican en papel?
Es complicado generalizar. A igualdad de condiciones y de circunstancias, el papel sigue teniendo un impacto muy importante para determinadas exclusivas, pero no sólo por el papel, sino porque los medios que hacen de amplificadores del papel, básicamente, la radio y algunas tertulias y programas de televisión de debates que se emiten por las mañanas, como en La Sexta o Cuatro, se siguen fijando mucho en el papel. Quizás más aún la radio. Es verdad que cada vez hay más programas de televisión y de radio que le dan más importancia a las exclusivas en internet. Esta sería la generalización, teniendo en cuenta que las generalizaciones me gustan poco.
En los últimos años hay múltiples exclusivas que han sido publicadas en internet y han tenido muchísimo impacto. Puedo poner como ejemplo probablemente las tres exclusivas principales de InfloLibre: los correos de Blesa, que estuvimos dándolos una semana antes que nadie, y después se unieron todos los medios; la dimisión de Willy Meyer, candidato de Izquierda Unido al Parlamento Europeo, y los fondos de pensiones gestionados desde Luxemburgo para algunos eurodiputados, y los ingresos del IRPF de Esperanza Aguirre, que publicamos durante la campaña de las elecciones municipales pasadas, y que ella misma reconoció después que había tenido un impacto importante en el resultado electoral. podía poner ejemplos como estos de otros medios digitales, obviamente.
Ahora que estudia también Derecho, se me ocurre esta pregunta final. A veces los periodistas tenemos la tentación de ser jueces, y salvar el planeta. A veces condenamos antes de tiempo. A veces manchamos el nombre de personas con cierta frivolidad. ¿Eso es ley de vida, o es ley de muerte en esta profesión?
Cuando hacemos eso, hacemos mal periodismo. Intentar ser jueces lo hacemos todos, en el periodismo y en la vida. Es, quizás, de las cuestiones que plantea, la más difícil de evitar. Un titular es una pequeña sentencia, prácticamente. Ahí tendríamos que volver a hablar de rigor, honestidad, etc. Manchar gratuitamente el nombre de alguien es mal periodismo. Eso es que no se comprueban las noticias, o no se trabaja con la calidad suficiente. A veces, las noticias que publicamos son ciertas y de interés, y terminan causando daño a la imagen de alguien. Bueno, eso es inevitable. Pero el problema, en ese caso, lo tiene el que robó, no yo, que lo cuento. Para mí el criterio periodístico es: ¿tiene interés para los ciudadanos eso que vamos a publicar? ¿Es verdad? ¿Lo podemos comprobar y certificar? En ese caso, la información, cause o no perjuicio a la imagen de alguien, yo creo que hay que publicarla.
Álvaro Sánchez León | @asanleo