El Máster de El País fue su pasaporte definitivo al mundo del periodismo. Por influencia familiar cursó la carrera de Geografía e Historia, materias que sin duda le han servido en su etapa como corresponsal en el extranjero. Ha estado en Bosnia, Somalia y Libia cubriendo conflictos y  al frente de la corresponsalía de El País en México y Centroamérica. De su pasión por intentar explicar el mundo han surgido libros como “Marcos, la genial impostura”, y “¿Quién mató al obispo? Autopsia de un crimen político”, de los que es coautora junto con Bertrand de la Grange. Desde abril de 2014 es subdirectora de las ediciones fin de semana de El País.

 

¿Cómo se pasa de estudiar Geografía e Historia al mundo del periodismo?

Fue un salto derivado de la curiosidad, de intentar contestar preguntas. Siempre me había interesado el periodismo, tengo periodistas en la familia y ellos me recomendaron estudiar otra formación diferente, tener un bagaje. En cualquier caso la Historia me encantaba, y de la Historia pasé a la Geografía por esa inquietud de querer explicar el mundo. Y finalmente llevé esa búsqueda hacia el periodismo. Cuando acabé la carrera empezaba el Máster de El País que organiza la Universidad Autónoma de Madrid para licenciados de otras carreras. Vi el cielo abierto, era justo lo que estaba buscando, y ahí entré.

 

¿Qué cosas dirías que son importantes para la formación de un periodista?

Creo que un periodista se forma realmente trabajando. Se aprende ejerciendo la profesión, que es cuando te llevas los golpes, las alegrías… Ahí pruebas el trabajo y tus capacidades. Y más allá de la formación en redacción y técnicas puramente profesionales, creo que hay que insistir mucho en el cometido de los periodistas: es una función pública, no puedes olvidar para quien estás trabajando, ni los componentes éticos, ni la humildad. Considero que eso se está perdiendo.

 

Algunos periodistas entienden la profesión, sobre todo, como contrapoder y otros como un lugar para contar historias de no ficción. ¿Qué le gusta más a Maite Rico?

No es incompatible. El periodismo debe ejercer de contrapoder, o por lo menos actuar como notario de la actualidad con una perspectiva crítica. Contar historias es muy importante siempre que esas historias trasciendan de la anécdota y tengan una traducción hacia problemas universales. Lo contrario sería simplemente una narración que puede tener más o menos interés según la calidad literaria, pero para mí no es periodismo.

 

¿Cuáles son las ventajas de las ediciones de fin de semana frente a la prensa diaria?

La principal es que, en teoría, se tiene más tiempo para profundizar en los temas, buscar contenidos y hacer un producto más acabado. El inconveniente es que es más exigente: te diriges a un público más variado, haces apuestas y no siempre aciertas, tienes que hacer una oferta muy diversa porque es un medio generalista. Hay que mantener unos equilibrios que a veces no son fáciles. Ahora mismo faltan medios para hacer historias y coberturas ambiciosas.

 

¿Por qué tipo de contenidos apuestan ahora mismo las ediciones de fin de semana de El País

Estamos en un proceso de reconversión con el suplemento del domingo; pretendemos que sea un espacio de reflexión, temas de debate y de análisis a fondo. Por otro lado, El País Semanal, una revista con un carácter más familiar, más diversidad de contenidos, una entrevista más o menos en profundidad, uno o dos reportajes a fondo, colaboraciones literarias, columnistas, estilo, decoración, belleza… una revista más general.

 

¿Tiene más libertad un semanal para separarse de la agenda diaria de los medios?

Libertad relativa, porque evidentemente no puedes hacer un periódico despegado de la realidad. Nuestra apuesta es que el periódico del domingo no se vea condicionado por la agenda, que pueda sorprender a los lectores con historias que les interesan. Por ejemplo, en el suplemento ha tenido muchísimo éxito una serie de coberturas sobre el horario español, hablamos con expertos, hicimos una historia muy a fondo… Son temas que no tienen cabida en el día a día pero sí le interesan a la gente. También hemos hecho otra sobre qué pasa con el enorme grupo de población en España que pasa de la cincuentena y se está viendo prejubilada, o jubilada, y es una generación muy bien formada: un desperdicio del talento.

Son temas que están ahí y hace falta captarlos y analizarlos. También ocurre al contrario. Por ejemplo, hicimos un  debate sobre la universidad que finalmente se ha traducido en una serie de reportajes en el periódico diario. Es una retroalimentación interesante, porque en periodismo tendemos al no seguimiento de los temas. El domingo y el diario pueden tener una conversación y enfocar los mismos temas de diferentes maneras.

 

 

A nivel personal, ¿cuáles son tus temas favoritos?

Después de terminar el Máster pasé por Nacional y por Madrid: creo que es una escuela buenísima para hacer calle y aprender. Pero mi vocación es internacional, y ahí he desarrollado mi carrera, en Madrid y fuera, básicamente conflictos, en Somalia, Bosnia… Luego la corresponsalía en México y Centroamérica, antes del regreso a Madrid. Cuando estuve en la sección de Opinión como editorialista también fue en el área internacional, tengo ahí mi interés básico.

 

Has escrito mucho. ¿No echas de menos esa parte?

Por un lado sí. Sin embargo, aunque no se pierde el interés, llega un punto, después de haber estado pateando el terreno durante muchos años, en que buscas una mayor reflexión. Poder coordinar y trasladar las coberturas que tú quieres y que las haga otra persona, o enriquecer el periódico con otras visiones y poder discutir con los compañeros una cobertura, es muy enriquecedor.

 

Las buenas historias, además de serlo, necesitan estar bien contadas.  ¿No se corre el peligro de que brille demasiado el periodista? ¿Cuál es el punto medio?

En los últimos años, no sé si por influencia de la tv, se está produciendo un fenómeno en los medios escritos, tanto de papel como en la web, en el cual el periodista cobra más protagonismo. Es una cosa que no me gusta. El periodista es el medio a través del cual se informa a la gente. A lo mejor hay situaciones excepcionales en las cuales te puedes poner como testigo, pero solo testigo; tú no importas, lo que importa es la historia que estás contando. También  se ve en periodistas jóvenes que hacen reportajes en situaciones de conflicto y parece que el protagonista es el periodista y lo que le pasa, cuando realmente al lector no le interesa. Los periodistas tenemos bastante ego y que ese ego supure en las crónicas resulta francamente cargante. En un periodismo modélico para mí, que es The Economist, las crónicas no están firmadas.

 

¿Mencionarías a algún profesional en concreto?

Creo en estilos periodísticos y en medios, más que en personas. Me encanta el periodismo anglosajón; estadounidenses y británicos.

 

¿Cómo han sufrido los medios los recortes de la actual crisis económica y cómo lo habéis afrontado?

La crisis ha sido demoledora en todos los medios, no solamente en España, también en las grandes cabeceras y europeas. Intentamos llegar a todo con menos recursos y que no baje la calidad, lo cual es complicado. Es importante que el periódico siga produciendo sus propios contenidos, por eso hemos creado un equipo de investigación y un equipo de reportajes en El País. Es evidente que la crisis está generando un recorte presupuestario en las coberturas, una reducción en las corresponsalías y, a nivel más general, una precarización del trabajo: hay mucha gente joven que se va a lugares de conflicto buscando medios en los que publicar a bajo coste.

Además internet es una plataforma donde hay sobreabundancia de información. Los medios de comunicación tienen que servir de criba para ofrecer contenidos rigurosos y guiar a los lectores en este maremágnum, en esta avalancha de información.

 

Pensando en los estudiantes de la Facultad de Comunicación, ¿qué les dirías para formar el criterio periodístico al que se refiere?

Leyendo mucho. Si tienen un área de interés, que la exploren, que se documenten. Me decía un colega, y creo que con razón, que el periodista es un “aprendiz de todo y maestro de nada”, y tenemos que hacer como que sabemos; es verdad, salvo que seas un periodista muy especializado. El paso esencial es documentarse, prepararse muy bien, imbuirse en lecturas. Por la inmediatez de la información, tendemos a hacer coberturas muy superficiales pero es que incluso coberturas ágiles como son una crónica de radio o una crónica de televisión exigen una preparación a fondo. Escuchar, leer, documentarse mucho, y sobre todo, intentar acercarse a las personas y a las informaciones de forma crítica pero también desprejuiciada.

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