Macron ha sido elegido presidente. El final de la segunda vuelta de estas elecciones sintetiza la batalla que ha tenido lugar durante toda la campaña. La filtración de correos del equipo de Emmanuel Macron justo cuando comenzaba la jornada de reflexión refleja la guerra de la información en estas elecciones. Durante estas semanas el candidato europeísta y liberal ha sido un blanco habitual de las intox (la palabra francesa para las noticias falsas) y las sospechas sobre los intentos de injerencia rusa en los comicios han sido constantes.
Por su parte, la reacción de la prensa ante la filtración muestra el proceso de maduración del sistema mediático en un escenario marcado por ciberataques, filtraciones, noticias falsas y campañas en redes con la ayuda de bots. “Si estos documentos contienen revelaciones, Le Monde, por supuesto, las publicará después de haberlas investigado siguiendo nuestras normas periodísticas y éticas, sin dejarnos manipular por el calendario de publicación de actores anónimos”, publicó el rotativo. Entre otros, Le Point y Libération ofrecieron información de contexto sobre la filtración al tiempo que se abstenían de publicar su contenido, tal como recomendó la Comisión de control de la campaña electoral.
Campaña digital
El #MacronLeaks es el último episodio (por el momento) de una historia que comenzó mucho antes. Como ya ocurrió en las elecciones de Estados Unidos en noviembre de 2016, en Francia buena parte de la campaña se ha desarrollado en las redes sociales. Algunos candidatos, como Mélenchon, han dedicado una especial atención a estas plataformas para poder hacer llegar su mensaje. Es también el caso de la candidata del Frente Nacional (FN). Además, el referente estadounidense probablemente haya propiciado que los medios prestaran atención a cómo se desarrollaba la confrontación política en el terreno digital.

Politico: Marine Le Pen’s internet army. Christian Bruna/EPA
Gracias a los medios -la mayoría contrarios al FN- hemos sabido que la armée de Le Pen está dirigida por Philippe Vardon, una especie de Steve Bannon galo. Y también que, desde su oficina, se han lanzado hastags con impacto. #LeVraiFillon fue una campaña de desprestigio preparada para estallar justo después de ganar las primarias mientras que #FillonGate sirvió para agrupar acusaciones contra el candidato hasta que acabó mutando a #PenelopeGate. Una vez Fillon cayó, los hashtags también cambiaron. Un ejemplo sería #lepionMacron, que equiparaba al candidato de En Marche! con un peón del establishment.
La campaña de Le Pen es la que parece haber despertado más interés entre los analistas e informadores. Es interesante este estudio de las conversaciones en Twitter a favor de la candidata durante el mes de febrero, donde se concluye que el Frente Nacional se apoyó en bots y tuits programados para magnificar su presencia en la red y conseguir trending topics. Con esto consiguieron hacer ruido pero, al final, sus mensajes no traspasaron las fronteras del círculo de seguidores de Le Pen. Otras noticias señalan que, en las campañas a favor del FN, han llegado a participar incluso estadounidenses pro-Trump y que diferentes grupos de activistas coordinaban sus acciones a través de redes cerradas como Discord.
Fake news
En las presidenciales francesas, las fake news han tenido un gran protagonismo. Contra Emmanuel Macron se ha publicado que había defendido la entrada de Turquía en la Unión Europea o que su campaña estaba financiada por Arabia Saudita. Sin embargo, los otros candidatos también han sido víctimas de las noticias falsas. Así, se difundió una falsa captura de pantalla de la cuenta de Twitter de Marine Le Pen con un comentario negativo sobre el velo. A Mélenchon, por su parte, se le acusaba de tener un Rolex de 18.000 euros o se le atribuían unas declaraciones de apología del FN.
Para contrarrestar este alud de manipulaciones, hay medios que se han puesto manos a la obra, como lo muestran las investigaciones de Buzzfeed o Storyful que destapaban algunos de estos bulos. El periodista Julien Pain es otro ejemplo. A través de su espacio Instant Détox ha dado una vuelta de tuerca al formato del fact-checking. Se trata de una conversación con personas de la calle retransmitida en directo a través de Facebook Live sobre diferentes temas, donde el objetivo no es tanto convencer de la falsedad de determinadas percepciones sociales sino el hecho mismo de mantener la conversación: “Las fake news son un buen punto de partida que me ayuda a hablar sobre puntos importantes de la política francesa”, dice Pain.
Además de los medios, hay otras entidades que colaboran en desmentir las intox. Por ejemplo, organismos como la oficina de la Comisión Europea en Francia, que ha puesto en marcha la iniciativa Décodeurs de l’Europe: Cuando Le Pen aseguró que con una salida de la UE se recuperarían 9.000 millones de euros al año, se respondió que -en realidad- la contribución neta de Francia es sólo la mitad. Por otra parte, está el sector tecnológico. En la misma línea, Facebook ha eliminado 30.000 perfiles franceses que difundían noticias falsas (se calcula que en Francia hay unos 33 millones de usuarios de la red social) y surgen proyectos en diferentes lugares para crear algoritmos que sean capaces de detectar noticias falsas.
El escenario francés
Estos esfuerzos parecen muy necesarios en el escenario francés, donde la confianza en los medios de comunicación ha disminuido, la audiencia está dividida en dos burbujas sin conexiones y persiste la creencia en ciertas informaciones falsas. En esta situación, las fake news representan una amenaza de tal magnitud que requiere la colaboración de todo el sistema: gobiernos, empresas tecnológicas, organizaciones informativas y ciudadanos. Esto es lo que piensa Claire Wardle, directora de investigación en First Draft, una organización de verificación que ha promovido Cross-Check. Esta plataforma coordina una treintena de redacciones (con más de 100 periodistas involucrados) que trabajan conjuntamente con Facebook y Google, que también financia la iniciativa. Desde que se lanzó en febrero y hasta la primera vuelta, se habían verificado más de 250 informaciones propuestas por los usuarios sobre las elecciones francesas, que ha sido su primer proyecto.
Toda esta batalla informativa se da en un entorno social de inseguridad, el clima más favorable para que se extiendan rumores y bulos. No hay que olvidar que Francia vive en estado de emergencia desde hace año y medio y que sus ciudadanos ven el terrorismo como el segundo problema del país, mientras que en el total de los países europeos está en 7ª posición, según el último Eurostat. En este sentido, es sintomático el auge de la figura de Charles de Gaulle que, de un modo u otro, todos los candidatos han reivindicado. Un líder fuerte que adquiere valor en el contexto actual de incertidumbre respecto del futuro. El politólogo Dídac Gutiérrez-Peris describe este momento como “un periodo algo sombrío donde el debate político está cada vez más marcado por una serie de miedos con los que muchos ciudadanos franceses se identifican: miedo a la banalización del rol de Francia en el mundo, miedo a las reformas que puedan romper el pacto social, miedo a la Unión Europea y a la dinámica de la globalización, miedo a la integración y dilución de una identidad nacional marcada por un pasado revolucionario, napoleónico y colonial…”.
Así, esta inquiétude tiene también un componente identitario que, novelas como ‘Sumisión’ de Houellebecq, han reflejado y que puede provocar efectos negativos. “A largo plazo, lo que alimenta los populismos no es un malestar económico, sino cultural. Y, en concreto, el miedo a la islamización”, dice Víctor Lapuente. En este sentido, es interesante la pieza que el periodista Julien Pain, mencionado más arriba, dedicó a la sobrerrepresentación del porcentaje de musulmanes en la sociedad francesa.
Frente a tanto temor, Le Pen se presenta como una nueva Juana de Arco ante sus electores, que -a diferencia de la mayoría de los franceses- centran sus preocupaciones en la inmigración, el terrorismo y la inseguridad. Además, su mensaje se beneficia de dos corrientes de fondo en Francia: la deriva xenófoba en el discurso político y el euroescepticismo, últimamente incentivado por las deficiencias de la UE en la gestión de las fronteras y la defensa. Así, el discurso del Frente Nacional asusta por un lado pero, por otro, ha sabido encontrar su encaje: anti-inmigración en el sur, anti-globalización en el norte y, siempre, anti-europeo.
Una partida mundial
Igual en que otros países como Bélgica, Alemania o la República Checa, detrás de algunas intoxicaciones informativas de las elecciones francesas se cierne la sombra de Moscú. No se trata de un fenómeno nuevo: desde hace años Rusia ha aprovechado atentados para poner en marcha teorías conspirativas. Así, por ejemplo, se afirmaba que los medios mentían y que los ataques de París de noviembre de 2015 estaban planeados por el Gobierno francés para reforzarse contra el Frente Nacional. De hecho, Rusia creó el canal RT (antes conocido como Russia Today) y la agencia Sputnik para difundir informaciones que le interesaran.
Como reacción a esta ofensiva informativa, la Unión Europea decidió poner en marcha el East StratCom Task Force en marzo de 2015. La iniciativa trata de verificar informaciones y ya ha tratado más de 2.500 noticias, muchas de las cuales están relacionadas con Rusia. El East StratCom -operativo desde septiembre de 2015- dirige sus esfuerzos a los “vecinos del Este” (Ucrania, Bielorrusia, Armenia, Georgia, Moldavia, Azerbaiyán y a la misma Rusia). Dado lo crucial de este año, con citas electorales en varios países de la Unión, se ha dotado a esta iniciativa de más fondos.
Como se sabe, las relaciones de Rusia con la Unión Europea no son muy fluidas: la anexión de Crimea en 2014 o la participación en Siria han sido algunos de los puntos más conflictivos. Parece que Moscú ha encontrado en la guerra de la información una forma barata de desestabilizar a sus opositores. En este sentido, las presidenciales francesas representaban una oportunidad nada despreciable: sin Francia, la Unión Europea posiblemente quedaría herida de muerte. No es extraño, pues, que Le Pen y Putin se reconocieran como aliados naturales. De hecho, de acuerdo con una filtración de hace años, el Kremlin habría facilitado financiación a Le Pen en 2014 a cambio de su apoyo público en la guerra de Crimea, cosa que el FN negó. También coinciden en la línea de comunicación: las campañas de dezinformatsiya rusas inciden en que los gobiernos europeos no son capaces de hacer frente a las crisis que tienen delante, especialmente a la inmigración y al terrorismo. Es una alianza win-win.
Así, las presidenciales francesas han sido en realidad una batalla crucial de lo que muchos consideran como una guerra mundial híbrida donde la información es un arma importante. Si siempre se ha dicho que la verdad es la primera víctima de la guerra, ahora parece que lo podríamos decir con más razón. No obstante, los acontecimientos de los últimos meses están teniendo el efecto colateral positivo de visualizar tanto el enfrentamiento como las armas (hackeos y fake news). Pero no sólo esto: después de experiencias como el referéndum del Brexit y las presidenciales estadounidenses, la batalla por Francia ha hecho surgir un buen número de iniciativas para luchar contra la intoxicación informativa. La guerra por la verdad aún no está perdida.
Miquel Urmeneta | @miquel_urmeneta
Periodista y profesor universitario. Está escribiendo una tesis sobre opinión pública y redes sociales.
Muy interesante. El escritor denota una base muy sólida , está muy bien documentado y da luz a un problema que muchos no podiamos ni imaginar. Ignasi Calicó