El pasado mes de abril, el fichaje de David Jiménez (Barcelona, 1971) como director de El Mundo pilló por sorpresa hasta a los guardias de seguridad de Unidad Editorial. Se cerraba definitivamente la etapa “pedrojotesca” para que el hombre que entró en la casa como becario -allá por los años 90- y que fuera durante 16 años sus ojos en toda Asia, diera paso a aires más digitales. Desde entonces “el cambio de David Jiménez” es un tema habitual de todo foro periodístico que se precie y cada uno de sus encuentros con diferentes colectivos ha colgado el cartel de “aforo completo”.

¿Cuáles son, para usted, las competencias fundamentales del director de El Mundo?
Es un director de orquesta que en vez de músicos tiene periodistas. Estamos hablando de perfiles muy diferentes: fotógrafos, infógrafos, la gente de documentación, los reporteros, los investigadores… y el director tiene que intentar mantener a todos en un mismo barco para hacer un periodismo mejor y que los lectores estén lo mejor informados posible.

¿Tiene algún modelo al que le gustaría parecerse?
Para mí los modelos periodísticos más importantes son los grandes diarios, como el New York Times o The Guardian. Periódicos que están dispuestos a hacer algo fundamental en esta profesión, que es pagar el precio y el daño que a veces supone hacer ese periodismo. Creo que eso es lo que distingue a los medios referentes de los que más bien hacen propaganda.

Usted ha estado mucho tiempo al otro lado, de corresponsal. ¿Ha tenido algún redactor-jefe que haya sido especialmente importante en su carrera?
En todos esos años trabajé con muchos jefes diferentes y me encontré un poco de todo: gente que fue un grandísimo apoyo, gente con la que me entendí peor, pero en la mayor parte de los casos esa relación ha funcionado bien.
Los corresponsales somos muy difíciles: Trabajamos solos, viajamos solos… a veces estamos un poco aislados, a miles de kilómetros de la redacción. A quien habría que preguntar es a los pobres redactores-jefes que me tuvieron que sufrir. Alguno seguro que tendrá cosas negativas que decir.

¿No echa de menos el contacto con la calle?
Mentiría si no dijera que algunas noches sueño que todavía soy el corresponsal que era, porque es difícil encontrar en un periódico un trabajo mejor que el que yo tenía: era corresponsal en una zona exótica –Asia-, tenía 25 países para viajar, cubría todo tipo de aventuras… y lo disfruté mucho, pero todo tiene su tiempo.
Luego tuve la oportunidad de irme a estudiar a Harvard con una beca y después vino la oportunidad de dirigir el periódico en el que empecé como becario. Para mí, eso es tan ilusionante o más que la etapa de corresponsal: transformar el periódico, modernizarlo, intentar que seamos ese gran referente del periodismo en español.

El tema de la IV edición de Conversaciones es la responsabilidad pública del periodista. ¿Cuáles son los dilemas éticos más difíciles a los que se ha enfrentado en su carrera?
El periodismo es de esas profesiones donde siempre te vas a enfrentar a dilemas éticos importantes. Por ejemplo, si cubres conflictos bélicos tienes que poner en consideración a las víctimas; en las investigaciones, puedes tener una gran historia pero que va a afectar negativamente a mucha gente… Y luego están los dilemas en torno a la independencia del periodista. Hay que calibrar si el periodismo que estás haciendo produce más beneficio que perjuicio en la gente.

Usted recibe muchas quejas diarias porque sus noticias pueden molestar y molestan a todo tipo de colectivos (partidos políticos, empresas, instituciones públicas y hasta equipos de fútbol). ¿Cuál es el punto de equilibrio entre esa “evasión sana” de esas quejas con la necesidad de escuchar a todas las partes, para contar la verdad de la forma más objetiva posible?
El equilibrio a la hora de tratar una información sensible está en la justicia, porque muchas veces, en esa búsqueda de la independencia y la verdad, se nos puede ir la mano. El periodista tiene que tener una lista de cosas que hacer antes de publicar, lo mismo que un piloto antes de despegar un avión: contrastar la información, que sea rigurosa, que hayamos ido a todas las fuentes y dado a todo el mundo la oportunidad de dar su versión.

¿Qué le parece más fiable, un dato o una declaración de un testigo/víctima?
A mí el periodismo declarativo no me gusta. Quiero que haya una historia detrás, que estemos contando algo que aporte a los lectores y para eso hay que ir más allá. En El Mundo hemos creado un equipo de datos que está empezando a producir mucha y buena información, hay otro equipo de investigación, otro de reporteros, que buscan grandes historias, más largas, más narrativas… y todos ellos trabajan para crear un valor añadido a la información que se hace en el periódico, para que no nos limitemos a recoger lo que dicen unos y otros.
Ahora estamos ante la mayor oferta informativa de la historia, todos los días nacen nuevos medios de comunicación. Diferenciarse requiere que hagamos cosas nuevas y en eso estamos.

El cambio de David Jiménez, ¿va en esa línea?
Es un cambio y no cambio a la vez. Transformarnos por las exigencias de la era digital pero manteniendo la esencia básica del periodismo. Lo que era una historia hace 30 años, lo puede seguir siendo ahora. Historias como el Watergate del Washington Post requirieron una serie de esfuerzos que siguen siendo válidos y son los que a mí me gustaría que hiciera El Mundo.

“Rectificar es de sabios”, ¿también en periodismo?
Los periodistas somos muy buenos criticando a todo el mundo: les decimos a los actores como tienen que actuar, a los deportistas si han jugado mal o bien, a los políticos qué decisiones tienen que tomar y luego, cuando se trata de juzgar nuestro propio trabajo, nos cuesta mucho hacer autocrítica. Yo creo que es muy importante, cuando te equivocas, reconocerlo y publicarlo. Esto lo hemos estado haciendo en estos meses; sin ir más lejos, con una información del otro día que afectaba a un banco, dándole un espacio importante.
Cuando tienes reporteros jóvenes siempre quieren grandes exclusivas en primera página, algo que es legítimo y está muy bien, pero es mejor no publicar una historia que publicarla a medias o incorrecta. Nosotros vivimos de una sola cosa, de la verdad, y nos debemos completamente a ella.

¿Qué pensó cuando en el debate de los cuatro grandes candidatos Albert Rivera sacó una portada de su periódico?
El Mundo ha publicado las grandes exclusivas de nuestro país de los últimos 26 años y de lo que nos sentimos más orgullosos es de que han afectado a todos los partidos por igual. Nunca hemos sido un periódico de partidos políticos sino de principios. Y uno de esos principios es publicar todo aquello que sea relevante; cuando ha afectado al Partido Popular, como en el caso de la portada que enseñó Rivera en el debate, pero también nuestras informaciones han afectado al Partido Socialista, a Izquierda Unida, a los Sindicatos, a empresarios… Nos debemos solo a los lectores y mientras hagamos eso nos irá bien.

 

Carmen García Herrería | @carmengherreria

Share This