Cuentan que después de la Guerra Civil y con la excusa de la escasez de papel, en España sólo existían los periódicos de la llamada Prensa del Movimiento, controlada por el Gobierno de Franco. Este estimulante Celebrating Journalism, auspiciado al hilo de la edición crítica de Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, no estaría completo sin festejar a aquella generación de emprendedores que supieron tomar posiciones en las primeras bocanadas de apertura permitidas en la década de los 60, lanzando periódicos, revistas, folletos, libros, teletipos…cualquier formato que abriera paso a la libertad de expresión. Una aventura que les acarreó algunos disgustos y muchísimas alegrías.

A Fontán le gustaba contar como Mons Escrivá, “nos animó a algunos miembros de la Obra a lanzar alguna iniciativa editorial junto a otros profesionales, bajo nuestra única responsabilidad”.
¿Y de dónde surgían esos pioneros? Para ubicarlos hay que referirse a Monseñor Escrivá, un hombre enamorado de Dios y del mundo, que captó la influencia de los media en la configuración de un modelo social, en donde no podían faltar los cristianos; y también el alcance de un oficio que narra e interpreta la realidad, construye la opinión pública y alienta o condena un modo de vivir. Aquello no se le podía escapar a alguien como Escrivá que promovía especialmente, por querer de Dios, la evangelización desde los ámbitos civiles. Por eso, bastantes de aquellos emprendedores provenían del Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra, nacedero de periodistas rompedores, convencidos de que su oficio sólo podía ejercerse desde la pasión por la libertad y la verdad. Uno de ellos era Antonio Fontán, catedrático de Latín, que recorrió exitosamente el camino de la lengua muerta al lenguaje vertiginoso de los medios, llegando a dirigir cuatro periódicos y dos revistas. A Fontán le gustaba contar como Monseñor Escrivá, “nos animó a algunos miembros de la Obra a lanzar alguna iniciativa editorial junto a otros profesionales, bajo nuestra única responsabilidad”.
Y algo de este espíritu había en aquel Edificio Azul, que albergaba las redacciones de Actualidad Española, Telva, Tría, Actualidad Económica… donde se ejercía un periodismo abierto que, en fórmula feliz, combinaba el rigor de la información con una pluralidad entonces insólita. Un reflejo que recogía algunas pautas sugeridas por Escrivá en marzo de 1952 a Fontán: que los contenidos de esas publicaciones fueran de calidad; que sirvieran como escuela de periodistas y que no fueran ñoñas.
Ahora que sólo se sabe que el periodismo del futuro será más versátil, más digital, más ciudadano, pero nadie sabe cómo, ojalá otros pioneros sepan resolverlo desde una visión cristiana, y por tanto, veraz, alentadora, libre y respetuosa con las personas para ejercer este noble oficio que es el periodismo.