Hay un ambiente especial en la calle de Rafael Calvo, nº 39 (Madrid). Cada persona sabe por qué va a la Fundación Rafael del Pino. Todos son periodistas o están relacionados con el mundo de la comunicación. Cada uno tiene sus ideas, sus aficiones, sus manías, pero les une la pasión por contar historias, por el periodismo.
Son las 12:00. Hace un buen día. Poco a poco van entrando los invitados al auditorio. Hay dos chicas en la entrada con unas listas casi interminables, son los nombres de los asistentes. La sala, rectangular, tiene dos paredes de cristal por donde entra una tímida luz. Las otras dos paredes son de pizarra. Una caja que acogerá las palabras de una de las periodistas más famosas del mundo, Jill Abramson, la que fue directora del New York Times desde 2011 hasta el 2014.
Las azafatas van colocando al público. Hay personas de todas las edades: directores de grandes medios, periodistas jóvenes que intentan renovar la profesión, académicos del Periodismo y estudiantes, que en unos meses se graduarán de la carrera con la que siempre han soñado.
Los periodistas se saludan, hablan, ríen. Hay buen ambiente y una música de fondo. Las dos primeras filas están reservadas para aquellos que han contribuido a la preparación del acto con sus declaraciones sobre su manera de ver el oficio. Allí están María Ramírez y Eduardo Suárez (El Español) los estandartes de un nuevo periodismo. También se encuentran directores y subdirectores de grandes diarios españoles, como José Luis de la Serna (Subdirector de El Mundo), Manuel Erice (subdirector de ABC) o César Suárez (redactor jefe de Telva). Y Periodistas referentes de las televisiones como Ana Pastor (La Sexta), Julio Somoano (TVE) o Mónica Carrillo (Antena 3). Es una fiesta periodística.
Es la hora. Poco a poco se va bajando la música. Se hace el silencio. Tres personas se dirigen a la mesa presidencial pasando por las sillas situadas al entrar en el auditorio, que han sido colocadas para aumentar el aforo del acto, porque está a rebosar. Uno de los responsables de la fundación dice que “nunca lo habíamos conseguido llenar”. Pero la fórmula era fácil, solo había que decir tres palabras: Abramson, periodismo e historias. Esta es la clave para que acudiesen en masa periodistas de todas partes de España.
Mónica Herrero, decana de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, introduce a la invitada, una vez que ha cesado el cuchicheo al ver a la famosa Jill Abramson, la primera mujer en dirigir el prestigioso New York Times.
Ella es rubia, se marcan las arrugas que tiene debajo de los ojos, quizá sea por esas noches interminables en las que hizo periodismo de calidad o contando una buena historia. Sus ojos azules debajo de unas cejas finas están perdidos. Vuelve al acto, sonríe, baja la mirada y repasa las notas que tiene en un cuaderno. Ella es Jill Abramson y viene a hablar de la importancia de las buenas historias en el periodismo.
Le ceden la palabra. Comienza a hablar en inglés, ante varios fotógrafos que lanzan sus flashes contra ella, pero tiene que interrumpir su discurso porque el micrófono está apagado. Se lo abren y comienza su arenga: “Nadie puede decir que no anhele las historias en profundidad, bien construidas y bien contadas”, porque “todo el mundo lee siempre las historias que están bien hechas”. Cada frase rotunda que dice más de uno agacha la cabeza para escribir en su libreta o coger el teléfono para tuitearla. Hay una mujer rubia con el pelo largo entre el público que tiene un ordenador sobre sus piernas y va escribiendo todo lo dice. Todos los asistentes están atentos.
La exdirectora continúa diciendo, esta vez a los estudiantes, que las carreras de letras “os dará placer, porque durante vuestras vidas esas obras os irán enriqueciendo”. Esto lo dice porque, en su opinión, las humanidades “son un campo que está decayendo” y muchas veces “tenemos una estrechez de miras técnicas”, es decir, “las personas no van por amor a aprender” y buscan sobre todo carreras que “adornen” su currículum.
Julio Somoano (TVE) destaca sobre todo las dos amenazas al periodismo de calidad: la censura y la dependencia económica. Porque, para Abramson, la censura “es una tendencia terrible” y dice que en la actualidad es el peor momento que se ha encontrado, porque “cuesta mucho que los periodistas hagan su trabajo” y que el Gobierno (de Estados Unidos) “siga dando cuentas”. Pero no puede olvidar un caso: el de China. Cuando ella estaba de directora en New York Times, se publicó unos casos de corrupción de algunos miembros del Gobierno chino. La página fue bloqueada, y así sigue, a los 27 segundos de publicarse y esto “me enfadó mucho”, concluyó.
Los asistentes seguían apuntando, tuiteando y sacando fotos. La chica rubia del ordenador lleva tres folios. Nadie desconecta, porque está hablando de un asunto muy importante y muy interesante: la objetividad. La exdirectora dice que este término es “vago”, aunque en el periodismo la objetividad “es entrar con la mente abierta en todas las historias” mientras gesticula con las manos. Además, el valor de las emociones son “vitales y especiales”, porque el periodista se mete en el asunto humano y eso “mantiene la atención de los lectores”.
Ha sido una hora y media de conversación sobre periodismo. Un coloquio sobre el valor de las historias con “una señora –dice Álvaro Sánchez León, uno de los organizadores– que ha sido todo en el mundo del periodismo. Ha sido una conversación con una mujer experimentada”.
Estudiante Universidad de Navarra