Este artículo de Juan Carlos Laviana introduce el próximo encuentro de Conversaciones:Atrapados por la historia. Nuevas narrativas al servicio de la actualidad, que tendrá lugar el próximo 12 de junio de 2018.
Dar noticias; es decir, descubrir lo que está oculto. Es la primera misión del periodismo, por delante de contar historias. Si el periodista se deja deslumbrar por las nuevas técnicas, corre un muy serio peligro de desviarse de su verdadero objetivo. Esa misión es la que diferencia radicalmente al periodista de los artistas que cuentan historias, aunque sean reales, de los guionistas cinematográficos o de los grandes narradores literarios. No quiere decir que un periodista no puede ser un artista, pero si su finalidad estética está por encima de la transmisión de una información nueva y relevante, se habrá olvidado de su prioridad: el periodismo.
Dicho esto, el periodista traicionaría también su deber si no recurriese a todas las herramientas a su alcance para presentar la información de la forma más atractiva que sea capaz y para hacer esa información accesible a la mayor audiencia posible. Con la llegada de Internet, las posibilidades se han abierto hasta resultar incontables. Por primera vez, todas las técnicas pueden ser utilizadas a la vez: imágenes, audios, infografías, estadísticas, interacciones con la audiencia, etc.
Uno de los mayores peligros que acechan al periodismo actual es la confusión entre narrativas y herramientas. Un artículo no utiliza una nueva narrativa por recurrir a recursos tan útiles como el tratamiento de datos o la realidad virtual. Estaríamos hablando de nuevas herramientas y, si acaso, nuevos formatos.
La amenaza de que las técnicas condicionen el contenido de las informaciones es ahora más probable que nunca. Corremos el peligro cierto de que el medio se vuelva a convertir en el mensaje muchos años después de que Marshall McLuhan –sorprendentemente actual- lo advirtiera pensando en la televisión. La pequeña pantalla engulló la información, la frivolizó hasta convertirla en lo que se dio en llamar infotaintment.
Entretenimiento, pasatiempo, es decir, diversión, una de las tres tradicionales funciones del periodismo junto con la información y la educación. La diversión parece haber contaminado el lenguaje periodístico de Internet. El público conectado está reclamado por continuas distracciones, con lo que corremos el riesgo de forzar la información con tal de llamar la atención. Si tenemos que atrapar al lector en los tres primeros segundos, en las tres primeras líneas, estamos asumiendo el grave riesgo de frivolizar el mensaje; y es sabido que si se simplifica el lenguaje, se simplifica el pensamiento.
Una vez más, a falta de una expresión mejor, y porque el mundo anglosajón siempre va por delante en periodismo, hemos adoptado la terminología inglesa: Nuevas narrativas. Según el diccionario de Oxford, una narrativa es “un recuento, hablado o escrito, de hechos relacionados; una historia”. El Collins, por su parte, añade otra acepción que se ajusta más al contexto periodístico, al hacer incidencia en su carácter de herramienta: “El proceso o la técnica de narrar”.
Nada novedoso, más allá del siempre eficaz vocablo nuevo. El concepto nueva narrativa ya se usó en los años 60 para referirse al nuevo periodismo. Aquella corriente barrió definitivamente de las redacciones la vieja pirámide invertida, que había encorsetado los textos informativos durante décadas, en un digno afán por buscar la objetividad (los hechos), destacar lo esencial (las cinco uves dobles) y relegar al final lo accesorio y susceptible de corte (jerarquía).
El Wall Street Journal fue pionero en zafarse de esa camisa de fuerza ya en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Durante el proceso narrado de forma apasionante por Edward E. Scharff en “Una potencia mundial” (Planeta, 1987), la dirección consiguió que los periodistas dejaran de escribir para los banqueros para dirigirse a los clientes de los bancos, y, de paso, que contaran historias con un principio y un final; cosa que la pirámide impedía.
Entonces solo había un periodismo por el que preocuparse: el escrito. Internet ha venido para cambiar eso. A nadie se le ocurre hoy hablar de nuevas narrativas en el periodismo escrito. Parece que hemos tocado techo con Capote, Wolfe o Talese, con la aplicación de las técnicas literarias al reportaje.
Fue en 2012 cuando pusimos el apellido “digitales” a las nuevas narrativas. Apenas habíamos enriquecido nuestras noticias con hipervínculos (versión actual de las notas a pie de página), cuando nos encontramos con algo que entonces nos pareció el culmen del periodismo. La revolución se titulaba “Snow Fall, The Avalanche at Tunnel Creek”, un multimedia feature –reportaje multimedia- elaborado por The New York Times. En la pieza periodística convivían todo tipo de recursos -textos, videos, fotos, infográficos animados,…-, para contar la avalancha que sorprendió en el estado de Washington a quince esquiadores, tres de los cuales murieron. La tragedia tuvo lugar en febrero y el reportaje multimedia no vio la luz hasta diciembre; durante nueve meses un equipo de once periodistas trabajó en el proyecto, algo que aún hoy no está al alcance de todos los medios.
El muy influente profesor Jay Rosen certificó de inmediato que el reportaje marcaba “un punto de inflexión en el periodismo online”. Muchos medios siguieron la estela y buscaron aplicar los nuevos lenguajes a la cobertura de los grandes temas. Hoy, seis años después y con la mejora de las herramientas, ya es habitual ver un Snow Fall en medios de todo el mundo.
Lo aprendido se fue aplicando a proyectos más sencillos y nuevos formatos fueron emergiendo, en unos casos, y evolucionando, en otros.
Basten tres ejemplos. El podcast (audio), las viejas grabaciones de la radio, conocen un nuevo esplendor como puede apreciarse en el aplaudido The Daily del New York Times. La/el newsletter (no acaba de imponerse boletín español) ha desarrollado un lenguaje propio y así lo demuestran trabajos tan admirables como los monográficos en forma de carta Quartz Obsession. En cuanto al uso de las redes sociales como medios informativos, algunos hilos y algunos momentos de Twitter están alcanzado un cada vez más elevado nivel informativo, narrando historias en píldoras.
No cabe duda de que seguimos en un momento de confusión, damos palos de ciego y no acabamos de encontrar la fórmula mágica que haga rentables nuestros proyectos Como siempre, el que resista, ganará. Mientras tanto, hemos de asumir que formatos antiguos y novedosos no son excluyentes y pueden convivir y luchar por el espacio informativo. Sería de necios abandonar el campamento base o renunciar a la exploración, las dos grandes tentaciones. Para no sucumbir y seguir avanzando, son indispensables medios saneados que puedan asumir riesgos a la hora de experimentar.
En ningún caso, se puede olvidar que el único objetivo es que las noticias, las revelaciones novedosas, no dejen de emerger. Y para ello se necesitan periodistas cada día más rigurosos y más diestros en el manejo de sus herramientas, ya sea a través de animados snowfalls o de sobrios textos para la lectura reposada y sin distracciones, Lo importante es que los fuegos artificiales no nos deslumbren y nos distraigan de lo esencial: la noticia. Lo simple es lo más eficaz. Así lo enseñó García Márquez al hablar de la narración: una crónica no es nada más, ni nada menos, que “un cuento que es verdad”.
Juan Carlos Laviana | @j_c_laviana
Periodista. Director de Nueva Revista. Fundador y director adjunto del diario El Mundo (1989-2016). Autor de Los chicos de la prensa (Nickel Odeon).
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